Por Jesús Castillo
Después de muchas décadas de trabajo, el doctor González logró el sueño de cualquier profesionista: tener una casa de fin de semana en el Valle de Tepoztlán. Nada como alejarse de la ruidosa ciudad y disfrutar del aire todavía limpio de los cerros que rodean este lugar, que para el doctor y su familia es un verdadero paraíso.
Aunque ya no ejerce por haberse jubilado, el doctor González está atribulado por el tema de la pandemia, sus amigos se están muriendo y la ciudad es un caos. En esos días recibe la visita de su hijo, quien por fin pudo salir de Italia, donde trabaja como ingeniero.
Es el momento perfecto para ir a la casa de Tepoztlán. “Vas a ver qué bonita está quedando la casa, el arquitecto le está poniendo cada detalle que yo le digo”, le comenta a su hijo.
Muy contentos llenan la cajuela de víveres, algunas artesanías, un botiquín por cualquier cosa y abordan la camioneta. La carretera está prácticamente vacía así que en menos de una hora ya están en tierras tepoztecas.
Hacen una escala en la gasolinería que está en la entrada de Tepoztlán y enfilan hacia San Juan Tlacotenco. Ya casi para llegar a su destino advierten que hay lo que parece ser un retén, aunque no observan elementos uniformados de ninguna corporación, sino unos ocho “civiles”, principalmente jóvenes y señoras.
Hacia dónde se dirige- preguntó una señora con aspecto de ama de casa.
-A mi casa- contestó el doctor, con suma tranquilidad.
-¿Cómo lo puede demostrar?- interrogó la mujer.
-Pues aquí traigo una constancia que me expidió el comisariado cuando compré el terreno. Siempre lo cargo por cualquier cosa.
-Usted sí puede pasar, pero el joven no- contestó la “aduanera”.
-¿Cómo que no puede pasar mi hijo? Ésta es una flagrante violación a la libertad constitucional al libre tránsito- alzó la voz el automovilista.
Al momento se acercaron varios jóvenes que le advirtieron al médico “que no se pusiera al pedo porque le podía ir mal”.
Por su trabajo, ambos han visitado infinidad de países, incluyendo los que tienen gobiernos considerados “dictatoriales”, y nunca habían estado en esa situación. Perdieron media hora de discusión, incluyendo amenazas de mandar traer a la patrulla para que se los llevara.
-Es que en este pueblo no hay ley- inquirió ya enojado el doctor González.
– Sí, aquí nosotros somos la ley- dijo el más prepotente de los jovenzuelos.
Finalmente los dejaron pasar y pudieron disfrutar del resto del día en su casa de campo, aunque ya con el coraje “entripado”.
Al volver a la ciudad, el profesionista contó lo sucedido a sus amigos y compañeros en las redes sociales, y en respuesta conoció las historias más inverosímiles de lo que ocurre en “la aduana” de Tepoztlán.
“Si, ya me tocó, hace dos semanas nos invitaron a una comida en un hotel de allí y los que nos invitaron, los dueños del hotel tuvieron que sacarnos una autorización del ayuntamiento. ¡Una visa por un día!”, escribió uno de sus amigos.
“En la aduana que está frente a la gasolinera son peores. Ahí sí tienen a policías que están al servicio de esos lugareños, en cuanto les dan la indicación se llevan a quien se ponga rejego y lo remiten al juez calificador donde tiene que pagar su multa. Negocio redondo del Ayuntamiento que cobra por “visas” y por multas”, escribió otro usuario de Whatsapp.
-Amigo, hubieras hecho lo que hice yo. Que tu invitado se meta a la cajuela en lo que pasa el retén- sugirió el integrante de un grupo.
– De haberlo sabido así lo habría hecho, pero recuerda que llevaba mi cajuela llena de víveres.
– Por una lana cualquier taxista se convierte en “pollero” y pasa la aduana. Así le están haciendo muchos.
El pasado fin de semana Milenio publicó una nota informando que pese a que las autoridades sanitarias han movido el semáforo covid-19 de rojo a naranja, el principal centro turístico de Morelos aún no está disponible para los visitantes, por lo que la entrada del municipio de Tepoztlán, aún es vigilado por pobladores y miembros del gobierno local.
“Ofrecemos disculpas a la gente que nos visita, pero no podemos arriesgarnos. Si estamos en un semáforo naranja (que permite el regreso de ciertas actividades con restricciones sanitarias severas) pero -en realidad- estamos más en un semáforo rojo”, dice la nota firmada por el corresponsal David Monroy.
“Si abrimos, esto se congestiona”, expresó el munícipe, quien destacó que hasta que no haya una reducción sensible en los contagios y las muertes, el municipio permanecerá cerrado: “No es abrir por abrir. Vamos avanzando, no es fácil. No nos vamos a arriesgar”.
De acuerdo con las cifras o conteos del gobierno municipal, durante el último fin de semana pasado, fueron regresados a sus lugares de origen, más de mil vehículos, la mitad de ellos, motociclistas que intentan ingresar al municipio en la inteligencia de que el semáforo ha cambiado en el estado de Morelos.
“Estamos en semáforo naranja, pero es más un semáforo rojo”, dijo Rogelio Torres, quien destacó que pese a la “nueva normalidad” no habrá apertura.
Los habitantes de Tepoztlán que no son nativos, (a los que llaman “tepoztizos” y éstos les dicen a los otros “tepoztercos”) saben que lo que hacen –aun justificándose en un tema de emergencia sanitaria- es una flagrante violación a la libertad de tránsito que está consagrada en la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, pero también recuerdan que “Tepoztlán tiene sus propias reglas, es como un país dentro de otro”.
Y es que el alcalde no quiere seguir los pasos de su colega Alejandro Morales Barragán, quien en agosto de 1995 fue sacado a empujones de la presidencia municipal por haber autorizado el establecimiento de un campo de golf sin el permiso del pueblo.