Juicios paralelos por internet

Jesús Castillo

Hoy la sociedad mexicana está dividida por un caso que nos describe perfectamente y que seguramente dará mucho de qué hablar tanto en el ámbito jurídico como en el de los medios de comunicación y redes sociales.

No vamos a publicar los nombres para no hacerles más publicidad, pero seguramente usted estimado lector ya sabe a quienes nos referimos cuando hablamos de “la youtuber” que está bajo proceso penal por el delito de pornografía infantil, al haber hecho comentarios en su página que siguen millones de personas, criticando a una joven que cuando era menor de edad fue violada por unos jóvenes, y mostrando que en su teléfono el video que era prueba del delito.

Si abrimos las redes sociales encontraremos todo tipo de opiniones, desde las que señalan que la youtuber no cometió ningún delito al ejercer su libertad de expresión, criticando la “moral liviana” de una adolescente que -estando alcoholizada- se introdujo vaginalmente una botella “ayudada” por un grupo de jóvenes, hasta los que festinan su detención y le recuerdan con qué seguridad y soberbia se dirigía a la muchacha en su programa de televisión.

Tanto la acusada de pornografía infantil como la víctima sufren, una por su encarcelamiento y la otra por haber sido víctima de un delito, pero… ¿saben ustedes cuántos nuevos seguidores tienen ambas en sus respectivas redes sociales?

No descarten que en algunos meses, cuando se le pase el susto a la muchacha, haga transmisiones de Facebook Live desde la cárcel y se haga mucho más famosa de lo que es ahora.

De hecho, la BBC de Londres y El País de España le han dado puntual seguimiento al caso. Recientemente publicaron una entrevista con los abogados de la víctima en la que información que la acusada enfrenta penas que van de 7 a 14 años de prisión, aunque debido al tipo delito, se podría llegar a un acuerdo y evitar el juicio.

Sobre los otros cinco, que en el momento de los hechos eran menores de edad, los abogados han señalado que se encuentran investigados por la Fiscalía, “en una etapa inicial”, por eso no han sido presentados a disposición judicial.

“La denuncia de Suárez se ha convertido en una muestra inusual para la realidad que sufren miles de mexicanas en el país, donde 4 de cada 10 mujeres adultas han sufrido algún tipo de violencia sexual. La cifra negra, sobre los casos que no llegan a denunciarse, es de más de un 99%. De manera que la gran mayoría o no se denuncia o ni siquiera se abre un caso en la Fiscalía. Los delitos de violación han crecido un 30% desde los últimos meses de 2020, según las últimas cifras oficiales”, termina diciendo El País.

Algunos comunicadores han aprovechado las circunstancias para hacer notar la diferencia entre los que nos dedicamos al periodismo y esta nueva especie que se hace llamar “influencer”.

Nicolás Alvarado, por ejemplo, dice que el video en el que una pandilla de adolescentes golpea a Ainara Suárez hubiera caído en manos de una persona con credenciales probadas en el periodismo no estaría ahorita en la cárcel acusada de pornografía infantil.

“Pero las cosas sucedieron de manera distinta. Porque el video original cayó en manos, sí, de una figura pública pero no de un periodista o un activista sino de alguien que no ostenta credencial alguna para ello: una influencer (lo que eso signifique).

“En su ignorancia no sólo de la Ley sino de la ética en el uso de la libertad de expresión, Yoseline Hoffman hizo una descripción apresurada, reduccionista y prejuiciosa de los hechos, insultó a ambas partes, banalizó un delito sexual grave y, peor, tildó de puta a quien, con independencia de su calidad moral –que no debe estar a juicio–, es ostensible víctima de ese delito.

“El episodio no hace de YosStop una comunicadora profesional y ni siquiera una persona simpática. Sin embargo, tampoco hace de ella una pornógrafa infantil. El asunto apunta a tres debates pendientes: uno, nuevo, sobre la libertad de expresión y la necesidad de tipificar o no la difamación (que es en lo que sí incurrió YosStop) como delito; otro, legislativo, sobre la definición jurídica de pornografía; y el más importante sobre el entorno ya no digital sino social que es caldo de cultivo de todo lo ocurrido”, apunta Nicolás Alvarado.

Al respecto consideraríamos que no sería oportuno en este momento revivir el delito de difamación. Durante muchos años los gobiernos nos mantuvieron atemorizados con aplicarnos todo el peso de la ley bajo esa figura que ya no existe en nuestro país.

Lo que sí requiere un análisis a fondo es el tema de los juicios y linchamientos en redes sociales.

“Podemos poner sobre la mesa la hipótesis de que con la libertad de las redes, en este territorio casi anónimo, nuevo, vacilante, la sociedad retoma una figura abandonada ya hace siglos: la figura punitiva salvaje del Siglo XVII. Donde cualquier criminal podía ser un monstruo y cuyo crimen, que representaba una lesión, un perjuicio contra los intereses de la sociedad en su totalidad, debía ser castigado con derecho a toda desproporción guardada.

“El castigo en ese caso no es reparación a los daños ni búsqueda genuina de reivindicación de los derechos fundamentales de la sociedad. El castigo, más bien se transforma en venganza, en revancha, en contragolpe de fuerza. Es entonces, como dijo Foulcault en su clase del 15 de enero de 1975 en el College de France, una inversión ceremonial del crimen.

“En el castigo del criminal, se asistía a la reconstrucción ritual y regulada de la integridad del poder. Entre crimen y castigo, había igual una especie de rivalidad. El exceso de castigo debía responder al exceso de crimen y tenía que imponerse a él. En consecuencia, había necesariamente un desequilibrio en el corazón mismo del acto punitivo”, escribió Marco Domínguez en su ensayo titulado “La dinámica del castigo en las redes sociales o el “Pop Moment” del cadalso público”.

No sabemos en qué termine el caso de la youtuber (de lo que estamos seguros es de que se volverá mucho más famosa), pero deberá dejarnos muchos aprendizajes a quienes integramos la sociedad actual. A los periodistas, a los llamados “influencers” que se creen intocables; a los jóvenes que graban videos con contenido sexual creyendo que no habrá consecuencias legales, y a los usuarios de internet para que seamos más selectivos en lo que vemos en nuestras cuentas de Youtube, Tik Tok, Instagram, Twitter y Facebook

HASTA MAÑANA.