Jesús Castillo
La tarde del 25 de julio de 1994 unas 500 personas caminaban lentamente por la naciente colonia “La Huizachera”, municipio de Yautepec. A la cabeza del contingente iba el activista Pablo Ramírez Lobato y se dirigían a la colonia Rancho Nuevo a buscar al alcalde Miguel Ángel Alarcón para exigir que se realizara la elección del ayudante municipal, tal y como se había acordado.
Esa colonia había nacido cuatro años antes, cuando unas 10 hectáreas de tierra donde sólo había huizaches, fueron invadidas por gente de escasos recursos provenientes de todo el estado de Morelos y de Guerrero. Para evitar un conflicto social, el gobierno de Antonio Rivapalacio López le pagó al dueño de los predios y les mandó a un arquitecto para que les lotificara, dejando espacio para calles y áreas comunes. Quedaron 597 lotes de 170 metros cuadrados cada uno, suficientes para construir una casa.
Sin embargo, también les mandó a Plácido Arizmendi, un sujeto que había participado con Florencio Medrano en la invasión de la colonia Rubén Jaramillo de Temixco y actuaba como mensajero del Partido Proletario Unido de América (PPUA) de corte comunista, por lo que estuvo detenido en 1975. A su salida de la cárcel, se dedicó a armar conflictos sociales en todo el estado para extorsionar a los gobiernos en turno.
Para que no desestabilizara el gobierno de Rivapalacio, le permitieron que actuara como intermediario con los “paracaidistas” de La Huizachera, donde puso unas oficinas de su “Asociación Civil Rubén Jaramillo” y comenzó a reunir gente. Les dijo que a través de él se haría la perforación de un pozo, pero desde el principio les comenzó a cobrar cuotas para tener derecho al vital líquido.
Al mismo tiempo, la Unión Popular Yautepec en Defensa del Agua, que le había arrebatado el control del Sistema de Agua Potable al gobierno municipal de esa localidad, intentaban convencer a los nuevos colonos de que el mentado pozo era un fraude orquestado por el esquirol del gobierno Plácido Arizmendi, y que la mejor solución era introducir la red de agua potable desde la cabecera municipal, pero para ello se necesitaba tener un ayudante municipal.
Así, la comunidad se encontraba dividida en dos grupos: por un lado estaba Plácido Arizmendi y unos 200 seguidores, y por el otro estaba la UPY que encabezaba el pintor Pablo Ramírez Lobato y Emilia Valdez Neri. Ellos propusieron a Ricardo Lemus como ayudante municipal, pero querían que fuera electo democráticamente en una elección, no como el que había designado Plácido y que sólo era reconocido por su gente.
“Los seguidores de Plácido que querían perforar un pozo prescindiendo del SAP, y la mayoría que prefirió conectarse a la red general, pues la perforación implicaba una cooperación de 800 nuevos pesos por predio. Arizmendi perdió poder y control de “su” colonia. Y estas cosas no pueden pasarle a un semidiós. Desde entonces empezó a sangrar por la herida. Los protagonistas que habían lograo trasladar hacia ellos los reflectores que antes eran para él, se convirtieron automáticamente en sus enemigos. El principal: Pablo Ramírez Lobato, quien no era la primera vez que participaba en asuntos de “La Huizachera”. Hace un par de meses, por el mismo problema del agua, Pablo instigó a sus seguidores para incinerar con gasolina al ayudante municipal –hoy prófugo- y a otras personas más. Amarrados los condujeron hasta el zócalo de la población de dónde fueron rescatados por la fuerza pública. El encono se hizo, entonces, personal, esperando únicamente la oportunidad de la revancha”, escribió Manuel Salazar Ávila, vecino de Yautepec.
Y esa oportunidad se dio precisamente ese 25 de julio de 1994, cuando los seguidores de Ramírez Lobato decidieron ir a buscar al alcalde a Rancho Nuevo para exigirle que se realizaran las elecciones para ayudante municipal, y en su trayecto pasaron frente a las oficinas de la Asociación Civil “Rubén Jaramillo” donde estaba Plácido Arizmendi y su gente.
Enrique Bahena Álvarez, una de las personas que acompañaba a Pablo Ramírez Lobato aquella fatídica tarde, considera que todo se debió a una confusión. “Íbamos sobre la calle Emiliano Zapata, y al llegar a la esquina Bugambilias vimos a lo lejos que ahí estaba Plácido y su gente. Teníamos la opción de rodear, pero uno de los que iban al frente dijo: ´Vámonos por aquí, ¿acaso les tenemos miedo?´.
No se sabe exactamente quién, pero alguien llegó corriendo hasta donde estaban las oficinas de la Asociación Civil “Rubén Jaramillo” y gritó que los de la UPY iban a tomar sus instalaciones. Eso provocó que los seguidores de Plácido, que siempre andaban armados, se dispusieran a defender lo que consideraban de su propiedad.
Según los testigos, la gente de Plácido creía que sus contrincantes también iban armados, así que comenzaron a dispararles sin mediar palabra, y al primero que le dieron fue a Pablo Ramírez Lobato, quien iba hasta adelante.
El primer balazo provino de una pistola calibre 38 y le dio al abdomen del activista, quien cayó al suelo. Ya estando tirado llegó su lugarteniente de Plácido y le disparó seis balazos con una pistola calibre 22, de los cuales sólo le atinó tres, uno en el glúteo y dos en las piernas.
Dos señoras se acercaron llevando entre sus manos unas varillas con las que trataron de atravesar el cuerpo de Pablo, y un hombre, al que reconocen como José Ventura Cruz Maldonado, llegó con un verduguillo y trató de degollarlo, lo que fue impedido por uno de sus seguidores, cubriendo con su mano el filo del arma blanca.
Al lugar arribó una patrulla de la Policía Judicial con dos elementos a bordo, pero fueron desarmados de inmediato por el grupo agresor. Al ver a Pablo desangrándose, y a petición de sus seguidores, optaron por subirlo a la batea de la camioneta y llevarlo al hospital general de Cuautla. Inexplicablemente alguien ordenó su traslado a un hospital de Cuernavaca y en el trayecto dejó de respirar.
Esa misma noche entraron a La Huizachera policías judiciales y preventivos en busca de Ventura Cruz Maldonado, Julio González Alvarado, Eleuterio Cruz, Lorenzo Miranda, Emma Abraján y Teresa Zagal, identificados como los autores materiales del crimen, y a Plácido Arizmendi como el homicida intelectual.
El único que pudo ser detenido fue Julio González Alvarado, quien pasó siete años en la cárcel, enfermó gravemente y salió, muriendo un año después.
Plácido Arizmendi nunca fue capturado. Anduvo huyendo por varios años y sólo venía a Cuernavaca a ver a su abogado, Javier Pérez Carmona, quien falleció recientemente.
Ángeles Vences Gutiérrez, ex guerrillera que acompañó a Florencio Medrano hasta su muerte me comentó que tiene conocimiento de que Plácido Arizmendi López, a quien apodaban “El Muicle”, falleció “pobre y enfermo” en la comunidad de El Higuerón, municipio de Jojutla, aunque no sabe con precisión hace cuantos años.
“El Güero (Florencio Medrano) estimaba al Muicle porque, a pesar de que apenas sabía leer y escribir, tenía mucha claridad sobre la lucha revolucionaria”, recuerda la autora del libro “El Caliche”, donde ella narra episodios de la guerrilla en México.
Para fortuna de los habitantes de La Huizachera, nunca más hubo conflictos violentos. Meses después de la reyerta en la que resultó muerto Pablo Ramírez Lobato, se realizaron elecciones democráticas resultando ganador Enrique Bahena Álvarez, quien gestionó la introducción de servicios públicos y así logró la reconciliación de esta comunidad.
HASTA MAÑANA.