«El cronista del dolor»

Jesús Castillo

Rodrigo Morales Vázquez era un hombre polifacético. Algunos lo conocían como ex ayudante municipal de San Antón, otros como activista ambiental y algunos más como fotógrafo de fiestas patronales y promotor de las bellezas naturales de Cuernavaca. En mi caso lo comencé a seguir en redes sociales desde que adoptó un “hobbie” muy especial: captar el rostro del dolor en los funerales.

Quienes hemos trabajado en medios de comunicación sabemos lo difícil que puede ser tomar fotografías en un velorio o en un entierro, pero Rodrigo tenía un don especial que hacía que los dolientes no solamente se lo permitieran sino que incluso lo llamaban para que captara con su cámara el ambiente que se vive en la despedida de un ser que ya nunca volverá.

Salvo prueba en contrario, la primera vez que lo hizo fue en Alta Vista, cuando un comando armado acabó con la vida de un jovencito que era muy popular en la colonia, y que sus familiares no tuvieron objeción en que retratara el camino al panteón y los momentos previos a que el féretro es bajado a la fosa donde habrá de estar hasta que se cumpla la máxima de “polvo eres y en polvo te convertirás”.

En lo particular me impactaron los rostros de dolor captados por la cámara de Rodrigo, el rictus de sus caras cuando están sufriendo por saber que nunca más volverán a ver a ese ser querido, y que vivirá solamente en su recuerdo.

Después, la misma gente le pedía al fotógrafo amateur que realizara su inusual cobertura en otros velorios, principalmente en los pueblos del norte de la ciudad, Ocotepec, Chamilpa y Santa María Ahuacatitlán.

Tengo muy presente su publicación del 21 de marzo de este año, cuando acudió al velorio de Katia Janet, una niña de 12 años que fue atropellada por un vehículo sobre la avenida Vicente Guerrero. Él contó que las mismas vecinas de la menor fallecida le pidieron que fuera al velorio para captar los últimos momentos que Katia Janet (más bien su cuerpo inerte) estaría con su familia.

“Otra vez me encuentro con los rostros de la tragedia, de la tristeza, de la impotencia y de la esperanza en la justicia. Cada día en Morelos nos arrebatan a muchas personas y seres queridos, muy pocas podemos sentir el dolor o la tristeza de los familiares, espero que estas imágenes nos hagan más sensibles y empáticos con las víctimas y sus familiares”, escribió Rodrigo Morales en su página de Facebook, que era el único medio en el que publicaba sus fotos.

A través de esa red social fue que mucha gente lo conocimos. Nos enteramos de que era divorciado pero todos los fines de semana llevaba a sus hijas a pasear a sitios que sólo él conocía. Sin proponérselo, y por supuesto sin recibir un solo centavo, se convirtió en el principal promotor de los restaurantes rústicos donde ofrecen truchas en la colonia Santa María Ahuacatitlán.

A últimas fechas le dio por tomar fotografías de la gente que iba a “el puente que no lleva a ninguna parte”, como se le conoce a la estructura que une a la autopista Cuernavaca-Acapulco con la parte norte de Temixco y de mujeres que le pedían ser sus modelos.

Sin embargo, esas cuestiones lúdicas no le hacían perder su espíritu de lucha social. Si revisamos su muro, encontraremos duras críticas a las autoridades y a las empresas privadas que incurren en actos de corrupción. Daba nombres, cifras y hasta fotografías de quienes –desde su punto de vista- estaban saqueando Cuernavaca.

Quizás esa sea una de las líneas de investigación que deberían seguir los funcionarios de la Fiscalía General de Justicia, pues como ya es del dominio público, el pasado jueves 2 de septiembre Rodrigo Morales fue atacado a balazos sobre la avenida Universidad. A su lado estaba su motocicleta en la que se transportaba a sus diferentes actividades.

En una ciudad en la que hay tres o cuatro ejecuciones diarias, a los amigos de Rodrigo no se nos hizo nada inusual que se reportara un homicidio frente al Bancomer de avenida Universidad. Fue hasta la mañana del viernes cuando las redes sociales comenzaron a mencionar una y otra vez su nombre.

“Lamentablemente es cierto. Mi hermano Rodrigo Morales Vázquez fue asesinado ayer en avenida Universidad, por la noche”, confirmó el periodista Máximo Cerdio en su muro el viernes a las 8:15, seguramente para no contestar uno por uno los mensajes que le estuvieron llegando toda la mañana, a sabiendas de que era su más cercano amigo, su hermano dice él.

Fue hasta entonces, en las diversas publicaciones que se hicieron sobre él, que me enteré de todo lo que había hecho en este mundo Rodrigo Morales.

“Había que estar medio loco para ser activista en el Morelos gobernado por lo panistas Sergio Estrada Cajigal o Marco Adame Castillo, denunciar crímenes ambientales y oponerse a las políticas de privatización de las administraciones del «cambio» era exponerse a golpes, tortura, y la cárcel. Quizás es la razón por la que quienes nos enfrentamos a esos gobiernos, formamos vínculos fraternos. En ese entonces nos conocimos en el plantón para frenar la destrucción de la barranca de los Sauces. Desde entonces no paramos de coincidir, estuviste en primera línea para frenar el Basurero en Loma Mejía, fuiste solidario con el movimiento magisterial, acompañaste la lucha antineoliberal, y desde el centro de acopio promoviste la educación ambiental. Hace unos años comenzaste a hacer fotografía y a retratar el quehacer social en los barrios de Cuernavaca, mientras a través de Facebook te quejabas de la normalización de la violencia”, escribió el artista Francisco Valentino a manera de despedida.

Espero equivocarme, pero presiento que su muerte quedará impune al menos en lo que se refiere al autor intelectual. Reconozco la buena voluntad del fiscal Uriel Carmona al recibir a sus familiares y ofrecer que los mantendrá al tanto de los avances de las investigaciones.

Disculpen el pesimismo de suponer que la muerte de Rodrigo Morales Vázquez se sumará a lista de casos pendientes de resolver y en esa lista incluimos a nuestro amigo Jesús García, cuyo homicida está preso pero el autor intelectual está libre y tranquilo. Mismo caso con Paul Vizcarra, en el que se supone que quien disparó el arma asesina ya está en la cárcel, pero de ahí no pasan las investigaciones.

Samir Flores, Medardo Herrera Avilés, Juan Jaramillo Frikas, y ahora Rodrigo Morales, todos pendientes de resolver y relacionados con la basura y la lucha ambientalista.

Nos quedamos con las ganas de conocer en persona al “monstruo de San Antón”, y quedó pendiente el compromiso pactado vía messenger de ir a las praderas de la nueva Santa María y ampliación La Lagunilla a volar papalotes con nuestros respectivos hijos.

Descansa en paz Rodrigo, que con lo que hiciste en la tierra seguramente ya te ganaste el cielo.

HASTA MAÑANA.