Un presupuesto de 22 millones de pesos anuales, un salario de 60 mil pesos mensuales y disponer de medio centenar de plazas entre permanentes y por honorarios, es el “botín” que está en disputa en el otrora Centro de Investigación y Docencia en Humanidades del Estado de Morelos (CIDHEM) -y que a Graco Ramírez se le antojó cambiarle el nombre simplemente a Colegio de Morelos (COLMOR)-, por el que un grupo anónimo está solicitando la remoción de su rector, el Doctor Juan de Dios González Ibarra.
De otra forma no podría explicarse el acribillamiento mediático del que ha sido objeto el Doctor en Ciencias Políticas (y miembro del Sistema Nacional de Investigadores Nivel 3), en la última semana, y que cesó hasta que anunció a la Junta de Gobierno que ya se iba.
La teoría de que el complot para derrocarlo viene desde dentro, es que inmediatamente trascendió la noticia de que había presentado su renuncia (¿las paredes oyen?), a pesar de que oficialmente la Junta de Gobierno no se ha dado por enterada.
¿Y por qué habría de renunciar? ¿Para darle gusto al grupo que pretende apoderarse de la institución y que no se quiere esperar a que concluya su periodo para el que fue designado? ¿Por qué hacerlo a unas semanas de que asuma la Gubernatura la morenista Margarita González Saravia?
Al rector del COLMOR lo acusan -a saber- de “uso opaco de recursos; desmantelamiento de laboratorios académicos; despidos y remociones injustificadas; no procurar el conocimiento como objetivo de la institución; autoritarismo; uso faccioso de las publicaciones; deshonestidad académica y hasta emprender persecuciones políticas contra miembros de la comunidad escolar”.
Nótese que no dice “desvío de recursos”, lo cual sería una causa ineludible no solamente de su destitución, sino del inicio de procedimientos administrativos e incluso penales.
En opinión de quien esto escribe, las imputaciones al doctor Juan de Dios son meramente subjetivas, producto de su escasa capacidad de entablar relaciones interpersonales, pero que distan mucho de verdaderas causales de remoción. Sus detractores están aprovechando su avanzada edad para hacerlo que se harte y aviente todo al carajo.
Los testimonios en su contra -en su mayoría anónimos- evidencian un pésimo ambiente de trabajo, una ausencia total de empatía entre los miembros de la plantilla docente y una gran inconformidad de alumnos y exalumnos, pero de ahí a que tenga “secuestrado” al Colegio de Morelos, hay una enorme distancia.
De todo lo que le endilgan, lo único contundente e innegable es que “cobra derecho de piso”, pero no el que todos conocemos en estos tiempos de “abrazos, no balazos”. Ellos, sus denunciantes, le llaman “derecho de piso” a tener que incluir al rector como coautor en sus obras que publican. Qué grave. Deberían dar parte a la FGR.
Otro señalamiento por el que debe renunciar: “recientemente el rector se dio un importante autonombramiento: Profesor emérito del COLMOR”. Hay que fusilarlo.
Desde nuestro punto de vista, lo que está ocurriendo en el Colegio de Morelos (antes CIDHEM), es la consecuencia de querer mantener juntas a verdaderas “lumbreras” (vacas sagradas, se dice coloquialmente) de la intelectualidad.
Pero además, esto no es nuevo, más bien nos atreveríamos a decir que es “cíclico”, desde que fue creado en 1994 por el filósofo Ricardo Guerra Tejeda, cuya muerte coincidió con la llegada del gobierno panista de Marco Adame Castillo.
“La ausencia de su fundador, marcó un antes y un después para la institución. El gobierno de Adame propuso para sustituir al Dr. Guerra a una figura cercana a sus intereses doctrinarios filo yunquistas. Tres nombres claves en la administración del gobernador Adame jugaron un papel decisivo para este nombramiento. Su esposa Mayela Alemán, José Luis Rodríguez, secretario de Educación y Óscar Sergio Hernández Benítez, líder de la bancada del PAN en el Congreso estatal y presidente de la Mesa Directiva en la primera mitad del sexenio y secretario de Gobierno al finalizar dicha administración”, escribió en su momento Braulio Hornedo.
Luego, “desempanizaron” al CIDHEM y entonces comenzaron a contratar “izquierdosos” que en su momento también fueron criticados, hasta que llegó Juan de Dios González Ibarra, precedido de un enorme Currículum Vitae:
Ha sido subdirector de Radio Educación de la Secretaría de Educación Pública (SEP), coordinador Administrativo y Financiero de la Secretaría de Salud, asesor y director de posgrado de la facultad de Ciencias Sociales y profesor doctoral de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos (UAEM). Asimismo, ha presidido la Junta de Gobierno de la UAEM, es miembro de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística y obtuvo la distinción “Antonio Soto y Gama” del Congreso del Estado del estado de Morelos.
Durante su estancia, la matrícula se incrementó de 260 alumnos a 450, pero eso no lo pusieron sus detractores en las 12 páginas que le dedicaron. Tampoco que se negó a pagar sueldos de 90 mil pesos anuales de profesores que estaban desde la fundación del CIDHEM y unificó el sueldo a 500 pesos la hora para todos los doctores.
Esto último no fue bien visto por la plantilla docente, que envió un correo electrónico a los medios de comunicación, diciendo prácticamente que el rector debería ser declarado en estado de interdicción por cambiar constantemente de personal:
“En 28 meses el conteo de despidos incluye: cinco secretarios generales (la más reciente Miguelina García Bustos, una de las pensiones doradas dejadas por Graco Ramírez antes de irse al exilio); cinco coordinadores de docencia (todos ellos cercanos al rector en su momento pero que renunciaron o fueron despedidos por diferencias de ideas); cinco coordinadores de administración (una de ellas con una demanda ante Derechos Humanos por violación a sus derechos y sexismo); diversos profesores investigadores que han sido despedidos por no cumplir con la cuota de pleitesía al rector ni ser parte de su círculo cercano; alrededor de 40 (CUARENTA) administrativos de distintos niveles que han «renunciado» o han sido despedidos por mero capricho de Juan de Dios, incluidos sus colaboradores más cercanos que en algún momento intentaron moderar su locura y sus acciones, pero han encontrado en cambio la puerta de salida”, decía el texto, anónimo por cierto, pero con un estilo muy peculiar de redactar que lo delata.
Consideramos que Juan de Dios no debe presentar su renuncia porque dejaría un pésimo antecedente para su sucesor: que basta un periodicazo para tirar a un rector, además de que les estaría dando la razón a sus detractores. Lo mejor es esperar a que inicie la administración de Margarita González Saravia, y si ella así lo decide, entregarle su renuncia como un acto de lealtad y diplomacia política.
HASTA EL LUNES.