Una noche inolvidable para Samuel Sotelo

El reloj marcaba las 10:30 de la noche cuando el gobernador en suplencia, Samuel Sotelo Salgado, entró al salón Morelos del Palacio de Gobierno, donde ya lo esperaban los representantes de los poderes Legislativo y Judicial y miembros de su gabinete. Una escolta militar le entregó la bandera de México y con esta sostenida entre sus manos salió al balcón que da a la Plaza de Armas donde aguardaban cientos de morelenses para escuchar el tradicional grito de independencia.

Con voz firme, pronunció la arenga de costumbre y terminó con un ¡Viva Morelos!¡Viva México! Mientras hacía sonar la campana del Palacio. Acto seguido volvió sobre sus pasos y entregó el lábaro patrio a los soldados.

Minutos después, regresó al balcón donde ya estaban el presidente del Tribunal Superior de Justicia, Jorge Gamboa Olea, y la presidenta de la Mesa Directiva del Congreso, Jazmín Solano López, así como el comisionado de Seguridad Pública, Antonio Ortiz Guarneros.

Samuel estuvo acompañado de su esposa, Evertina Bustamante, y luego se incorporó su hija, Valeria. Su hijo Iván también debió estar ahí, pero prefirió conducir la transmisión televisiva del Instituto Morelense de Radio y TV desde abajo, en la plancha de concreto del zócalo, donde cientos de personas, quizás miles, disfrutaron de los fuegos pirotécnicos y la música de mariachi.

En alguno de los momentos antes descritos, Samuel debió haberse preguntado ¿Cómo he llegado hasta aquí? ¿Cómo un niño que quedó huérfano de madre a muy corta edad, y que su padre emigró a Estados Unidos dejándolo en un internado, pudo llegar al puesto de mayor importancia en el gobierno de un estado?

En esas noches que escuchaba a los fantasmas del viejo edificio Minerva y que no decía nada para que sus hermanos más pequeños no se asustaran (según les contó a Ray Cárdenas y César Salgado en una entrevista), seguramente aspiraba a tener lo suficiente para comprar una casa propia y bonita, pero nunca pensó que sería gobernador.

Para llegar a ese cargo tuvieron que pasar muchas cosas, en su mayoría acontecimientos que estuvieron fuera de su alcance, y que pudieran atribuirse a la suerte o a la casualidad. Sin embargo, lo cierto es que él se preparó para estar en condiciones de aceptar los retos que se le iban presentando.

Por eso fue juez penal, magistrado, coordinador de asesores del fiscal, secretario de Gobierno municipal, consejero jurídico, secretario de Gobierno y, finalmente, gobernador por ministerio de ley.

Cuando su hermano Cipriano Sotelo -el abogado litigante-, le presentó a uno de sus clientes llamado Cuauhtémoc Blanco en el restaurante Iruña (siendo testigos Juan José Arrese y José Manuel Sanz), y le propuso que fuera el secretario municipal de Cuernavaca, Samuel no sabía que se convertiría en el consentido del futbolista, o por lo menos al que más confianza le tiene.

Tanta confianza le tiene, que al ganar las elecciones para la Gubernatura, se lo llevó primero como consejero jurídico, y después como secretario de Gobierno. En sus dos ausencias (primero para competir por una diputación federal y después para cubrir los 30 días que le restan a su sexenio), Cuauhtémoc Blanco lo dejó encargado de la oficina.

Así fue como Samuel Sotelo llegó al 15 de septiembre del 2024, la fecha en que se conmemora el inicio de la guerra de independencia de México, y que se acostumbra a representar la escena en la que el cura del pueblo de Dolores, convocó a los pobladores a levantarse en armas contra el gobierno español.

Esa noche -que seguramente nunca olvidará- Samuel se retiró temprano, pues al otro día había que estar listo para presenciar el tradicional desfile cívico-militar, desde otro balcón, el de la parte trasera del Palacio, acompañado por el jefe de la 24ava Zona Militar, José Luis Bucio Quiroz, y el presidente del TSJ, entre otros funcionarios.

Sin embargo, no todo es “miel sobre hojuelas”. Samuel Sotelo Salgado deberá tener la entereza de soportar los acontecimientos típicos de la llamada etapa del “despoder”; es decir, cuando el titular del Ejecutivo de un gobierno que se va, ya no tiene la suficiente fuerza política para ejecutar acciones de autoridad, porque ya todos están esperando a la nueva administración.

Máxime, cuando el que ocupa el cargo no es alguien que haya llegado mediante el voto popular, sino por una disposición legal. En algunos casos, hasta los miembros del gabinete suelen hacerse tontos para no obedecer las órdenes, o se quieren pasar de listos para sacar algún provecho de su estancia en el gobierno.

También, tiene que soportar los excesos de los que ya se fueron a cumplir con otras responsabilidades, pero quieren seguir mandando en este gobierno de transición. Pretenden seguir usando los recursos materiales y humanos a los que ya no tienen derecho. Incluso, exigen estar en primera fila de los eventos públicos.

A Samuel Sotelo le tocará la ingrata tarea de apagar las luces y cerrar las puertas del Palacio de Gobierno, pero además, recibir las críticas naturales de quienes quieren quedar bien con la administración entrante, culpando de todo lo malo a los que ya se fueron. Es un proceso natural del ejercicio del poder y la política que se basa en aquella máxima milenaria de “muerto el rey, viva el rey”.

En esta entrevista que le concedió Samuel al ex regidor César Salgado y al comunicador Ray Cárdenas, el gobernador suplente les explica que no sabe qué hará después del 30 de septiembre, pues de lo único que está seguro es que volverá a dar clases a la Facultad de Derecho de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos (UAEM), donde hay un aula que lleva su nombre y en la ceremonia del 70 aniversario de la institución, prometió reincorporarse a la plantilla docente.

Recuerda que él creía que su vida profesional había concluido al haberse jubilado como magistrado del Tribunal Superior de Justicia, y vacacionaba en una de las playas al norte del país, cuando recibió una llamada de su hermano pidiéndole que regresara porque había una propuesta para que se incorporara como número dos del Ayuntamiento de Cuernavaca.

Ahora, considera que ya se debe retirar para atender a la familia o viajar, sin embargo, no descarta que la vida le tenga reservada otra cosa. Por lo pronto, en estos momentos su única preocupación hasta el 30 de septiembre, es entregar el estado en condiciones aceptables a Margarita González Saravia, y después Dios dirá.

HASTA MAÑANA.