El capitán en retiro, Guillermo García Delgado, tuvo dos ventajas por encima de los aspirantes al cargo de secretario de Protección y Auxilio Ciudadano (SEPRAC) de Cuernavaca: que vivió en esta ciudad hasta antes de entrar al Colegio Militar, y que se retiró legalmente de la SEDENA para ocupar varios cargos en dependencias federales, estatales y empresas de seguridad privada.
De esta manera, nadie le puede refutar su arraigo si su historial académico dice que estudió en la Primaria “Braulio Rodríguez”, la secundaria en la “Cristóbal Colón” y la Prepa en la Loyola del profe Pepe Hernández.
Pasó 33 años en la milicia, desde cadete del Colegio Militar, hasta capitán de Infantería comisionado a la Unidad Nacional de Inteligencia Táctica Operativa y finalmente en el Estado Mayor de la Secretaría de la Defensa Nacional, sin dejar de mencionar que estuvo destacamentado en diversos estados de la República.
Luego de tramitar su retiro con el rango de Capitán, García Delgado estuvo en la Fiscalía del Estado de Guerrero como director del C5, precisamente cuando el hoy secretario de Seguridad Pública, Miguel Ángel Urrutia Lozano, coordinaba el cambio de la Procuraduría General de Justicia de Guerrero a Fiscalía General del Estado.
Eso lo explica todo.
Su último cargo fue como coordinador operativo en las empresas de seguridad de Sebastián Isunza Gutiérrez, quien fuera secretario de Seguridad Pública al final del sexenio de Sergio Estrada Cajigal.
Ahora bien, nos consta que ninguno de ellos hizo algo para que se fuera la maestra en Derecho, Alicia Vázquez Luna, quien tenía la promesa del alcalde José Luis Urióstegui de sostenerla en el cargo los siguientes tres años. Ella fue la que renunció “por motivos de salud”.
Y cómo no iba a enfermarse si siempre tuvo que “remar contra corriente”, no sólo al interior de la Secretaría con un coordinador administrativo que nunca quiso obedecerla, con un secretario de Seguridad estatal que jamás la mencionó en las conferencias de prensa, y con un secretario ejecutivo del Consejo Municipal de Seguridad Pública que nunca le dio su lugar.
No sabemos cuál fue el motivo por el que Alicia Vázquez Luna llegó a la SEPRAC la noche del 11 de febrero a recoger sus cosas y al día siguiente entregó su renuncia aduciendo problemas de salud, sin embargo, sí nos consta el semblante que tenía aquel jueves 30 de enero cuando el Secretariado Ejecutivo de Seguridad Pública hizo una presentación en la que mostró lo que ya todos sabíamos: que hace falta más inversión, más equipamiento y más policías, además de que “el trabajo realizado por la Policía no se refleja aún en la percepción de la ciudadanía”.
El hartazgo de Alicia se notaba en cada entrevista de banqueta que le hacían los reporteros (chacaleos le llaman), con los que incluso se portaba grosera. No aguantó más. En lo personal, se lo advertimos desde que aceptó ser secretaria de Seguridad Pública de Graco Ramírez, quien la cambió por Alberto Capella apenas un año después.
Haya sido como haya sido, el nuevo responsable de la seguridad pública es el militar retirado Guillermo García Delgado, quien tendrá un “periodo de gracia” de algunos meses en lo que se acomoda, y después, a buscar justificaciones porque la delincuencia nunca se acaba.
No es la primera vez que tenemos a un militar al frente de la Policía de Cuernavaca. En el trienio del panista Raúl Hernández (2000-2003), designó como secretario de Seguridad y Tránsito Metropolitana a un ingeniero químico que se llamaba Anselmo Sotelo Parra, pero la operatividad quedó en manos del teniente coronel, Arnulfo Morales Cruz y sus militares, a quienes puso en las diferentes direcciones.
Posteriormente, en el interinato del hoy magistrado Roque González Cerezo, fue designado como secretario de Seguridad Pública de Cuernavaca el general en retiro Manuel Farfán Carriola, quien protagonizó uno de los más fuertes escándalos que se recuerden en la capital morelense.
El 26 de septiembre del 2009 alrededor del mediodía, la patrulla 2702 fue enviada a atender un auxilio en la colonia Lomas de Cortés, donde reportaban un robo. Confiados en que la mayoría de los reportes que se reciben en el número de emergencias resultan bromas, los policías José Santiago Morales Bahena y su escolta Víctor García acudieron al lugar indicado, pero no observaron nada raro. José Santiago incluso tocó el timbre, pero nadie salió, así que regresó a su patrulla.
Ya se iban, pero repentinamente salió un hombre angustiado, quien dijo que los asaltantes estaban aún dentro de la casa amagando a su familia. Sin medir las consecuencias, los dos uniformados siguieron al hombre hasta la entrada de la casa, donde uno de los delincuentes los agarró a bocajarro.
“Al momento de las detonaciones sentí como que yo también había sido herido, me tiré hacia atrás y quedé boca abajo a metro y medio de mi comandante y del propietario de la casa. Cinco segundos después escuché más detonaciones dentro del domicilio”, narró Víctor, el único sobreviviente.
Para ese momento también había llegado una patrulla de la Policía Estatal, pero el comandante Abel Santos León apenas iba a bajarse cuando fue acribillado al igual que Felipe de Jesús Nieto López, el propietario de la casa. En su huida, los tres delincuentes también mataron al taxista Cándido Hernández.
En su huida los asaltantes se toparon con la patrulla del comandante de Bomberos, Antonio Lazcano Albavera. Creyendo que se trataba de una patrulla, les dispararon, muriendo en el acto el chofer José Antonio Amador Herrera y quedando herido de muerte el propio jefe de bomberos.
Días después, el polémico general presentó su renuncia al cargo. Una investigación interna reveló que ese día los policías salieron a trabajar sin armas, porque estas habían sido prestadas al jefe de Bomberos (sí, el mismo que asesinaron en su huida), para un curso de tiro, organizado por el propio Farfán Carriola.
La clave fue el oficio de fecha del 19 de septiembre, SSPTM/DGPR/500/09- 2009, mediante el cual el general le pidió apoyo a Daniel Villanueva Reséndiz, presidente del Club de Campo de Tiro La Herradura, para utilizar esas instalaciones durante los días 19, 20 y 23 de octubre de ese año, con el objeto de efectuar los cursos SWAT, donde se utilizaron las armas de cargo de la corporación.
La información se confirmó con la declaración de un elemento policiaco proveniente de Oaxaca, quien vino a reclamar la devolución de su dinero pagado para recibir un curso especial de escoltas.
El general Farfán Carriola moriría el 2 de febrero de 2011, siendo jefe de la Policía Municipal de Nuevo Laredo, Tamaulipas, en una emboscada en la cual también dieron muerte a su escolta y al subdirector operativo. La Procuraduría de esa entidad le atribuyó el ataque a Los Zetas.
HASTA MAÑANA.