Jesús Castillo
ESCENA UNO:
“¡Agárrenlo, no dejen que se vaya!”
El grito de la mujer me hizo voltear hacia donde venía corriendo un hombre de estatura regular y tez morena, mismo que pasó frente a mí y continuó su huida cuesta arriba.
Era marzo de 2012 y nos encontrábamos frente al viejo edificio del Partido Revolucionario Institucional sobre la calle Amacuzac de la colonia Vista Hermosa, en la capital de Morelos. Los aspirantes a diferentes cargos de elección popular habían venido a registrarse al instituto político y cada uno intentaba llevar el mayor número de gente, aunque fueran acarreados.
En ese contexto se dio la corretiza al sujeto de pantalón de mezclilla, camisa blanca y zapatos gastados que más tarde sabríamos que se llama Rodolfo Archundia Franco. El grupo de hombres y mujeres lo alcanzaron ya llegando a la avenida Río Balsas y lo rodearon amenazando con golpearlo.
“Ahora sí, hijo de la ch… nos vas a pagar el dinero que nos prometiste o te partimos tu madre”, decía amenazante la que parecía ser la lideresa.
“Sí, ya nos dijo el ingeniero que te dio dinero suficiente para pagar el autobús, la comida y una lana en efectivo para los que venimos a apoyar”, secundaba un joven de aspecto humilde.
El hombre moreno de bigote escaso esbozaba una sonrisa nerviosa mientras intentaba dar explicaciones. “No se preocupen, yo les voy a pagar pero ahorita ya se me acabó el efectivo, ténganme paciencia y les prometo que les pago su dinero”.
A leguas se notaba que era el último eslabón de la estructura priísta que se mantuvo en el poder durante 70 años, pero que desde el 2000 no gana nada, y sus militantes se pelean por las migajas.
ESCENA DOS:
La fecha: 5 de mayo del 2021. El lugar: jardín de fiestas Arecas, al norponiente de Cuernavaca.
Las mesas estaban llenas de gente a pesar de la pandemia. Muchos de los asistentes habían pagado los 150 pesos del desayuno por saciar su curiosidad de conocer al “hombre que sustituirá a Cuauhtémoc Blanco en el gobierno de Morelos”, aunque no pudieran tener testimonios pues a la entrada estaban recogiendo los teléfonos celulares.
“Dice que es el enviado de Andrés Manuel López Obrador, quien le encargó conformar el gabinete de relevo”, cuchicheaban algunos invitados cuando se vio llegar una camioneta de lujo, Suburban o Tahoe, de donde salió un hombre vestido elegantemente, moreno y con bigote escaso, pero sonriente.
“Les voy a presentar al empresario Rodolfo Archundia Franco, quien trae la encomienda de elegir los mejores perfiles para el gabinete de transición”, decía el abogado que se encargó de la organización del evento profundamente convencido de lo que estaba diciendo.
“Que Dios esté con cada uno de ustedes, estoy seguro de que todos los que estamos aquí recibimos el mismo llamado celestial para salvar a este estado”, dijo el hombre que realmente parecía un mesías, pues incluía versículos de la biblia a cada momento.
Después de recorrer todas las mesas saludando de mano a los invitados, procedieron a iniciar “la sesión de trabajo” de acuerdo a las diferentes áreas que conforman la administración pública. Previamente habían mandado sus semblanzas curriculares indicando el área donde querían estar.
“Yo creo que a Víctor Benítez Quintero mejor lo vamos a poner en el IEBEM, me estoy dando cuenta que él conoce mejor esa institución. Entonces vamos a hacer un enroque, Víctor Benítez se va al IEBEM y esta otra persona ¿Cómo se llama? Sergio Sánchez, se va a la Secretaría de Educación”, explicaba Rodolfo Archundia.
“Necesitamos tener listo el gabinete porque hoy en la mañana me habló José Ramón (López Beltrán) para preguntarme cómo íbamos y yo le dije que ya estaba todo”, explicaba.
El gabinete estaba completo; hasta subsecretarios y directores generales había en esa lista, sólo había que esperar a que el gobernador Cuauhtémoc Blanco pidiera licencia para incorporarse a un nuevo encargo que le asignaría el presidente de la República.
“Ya todo está listo. Los diputados ya tienen instrucciones para conceder la licencia y designar a su servidor y hermano en Cristo Jesús, como gobernador sustituto. El presidente en persona vendrá en la noche al Congreso a darme posesión del cargo. Eso yo ya lo vi porque tuve una revelación. Sí una revelación como José, el hijo de Jacob, quien interpretó los sueños de Faraón, y como Daniel, quien reveló e interpretó los sueños de Nabucodonosor durante el exilio de las tribus de Israel en Babilonia”.
Ahí fue donde los presentes comenzaron a sospechar que el sujeto no estaba bien de sus cabales. Al recoger sus teléfonos celulares en la salida, no dudaron en “googlear” el nombre de Rodolfo Archundia Franco, y lo primero que apareció fue una nota de Eusebio Gimeno en su revista Kronos donde dice que Rodolfo Archundia Franco es un mitómano que se dedica a estafar gente con el cuento de que va a ser el sucesor de Cuauhtémoc Blanco.
Lo más extraordinario del caso es que se han documentado al menos tres reuniones similares a la de Arecas el 5 de mayo pasado, con el mismo “modus operandi”. Refieren de un primer cónclave en una casa en la colonia Lagunilla, y después otra reunión en el restaurante Sumiya, en Jiutepec, de las que hemos tenido conocimiento.
En todas esas reuniones Rodolfo Archundia reparte cargos y pide cooperaciones para gastos y viáticos que después ya no reclaman por la vergüenza de haber caído en su farsa.
Ya después, entre risas comienzan a recordar que “fulanito ya se creía secretario de Hacienda”, y que zutanito ya andaba vendiendo plazas. “Yo acudí a la reunión porque supe que tú estarías”, se justifican algunos. “Pues yo también pensé que era cosa seria cuando vi que estabas junto a él”, reviran.
La verdad es que Rodolfo Archundia ha logrado el apoyo de personajes de prestigio nacional como el general Tomás Ángeles Dauahare, que estuvo muy cerca de ser secretario de la Defensa Nacional y por eso es que siguen cayendo incautos.
HASTA MAÑANA.