Jesús Castillo
En 2008 publicamos un reportaje al que titulamos “Un Motel llamado Atlacholoaya”, en el que explicábamos (con base en entrevistas a internos y ex custodias) que el Motel funciona en base a una premisa simple: de un lado hay hombres que no tienen visita íntima pero cuentan con dinero; del otro lado hay mujeres que tienen una enorme necesidad económica. Simplemente había que juntar el uno con la otra.
Así lo hicieron, creando de esta manera un jugoso negocio. A trece años de distancia, la situación no ha cambiado, como nos lo confirman una serie de cartas de puño y letra de mujeres que están purgando condenas en el área femenil del Centro Estatal de Reinserción Social Morelos.
El “Motel Atlacholoaya” funciona prácticamente las 24 horas, y aunque en teoría la visita íntima está reservada para parejas casadas o que acrediten una relación permanente, en la práctica sólo se requiere dinero.
El hecho de que el área de visita íntima funcione a cualquier hora, hace que en la madrugada, cuando ya se han ido los directivos, la operación de estos cuartos con camas quede a cargo de sólo dos personas.
Pero la venta de servicios sexuales comienza desde mucho antes. En los fines de semana, las internas entran al área de convivencia común. Ahí, se pasean por el jardín en una especie de pasarela disfrazada, al igual que en las clases de danza que se practican en el foro o teatro al aire libre durante la semana.
Los “padrotes” -que son parte del autogobierno- se encargan de ofrecer los servicios a internos recién llegados y que aparentan tener un buen nivel económico.
“La verdad ahorita ya casi no hay prostitución entre las internas, pero siguen trayendo de afuera”, afirma Mario, uno de nuestros entrevistados.
¿Cómo evaden las normas que rigen la visita íntima? Mario explica el mecanismo:
“Para la visita conyugal de los recién llegados sólo basta que la mujer presente su credencial de elector, no tiene que acreditar la relación matrimonial o concubinato; entonces los padrotes le dicen al interno nuevo: te van a decir que viene una mujer a visitarte, tú nomás di que sí y no hagas panchos. Ya sólo se le da una lana al custodio del área de visita íntima, y aunque en la bitácora aparece el nombre de un recién llegado, en realidad el que entró al cuarto es otro. Eso cuesta 250 pesos por dos horas, más aparte lo que cobre la prostituta”.
La sustitución de personas en el área de visita íntima es algo común durante la noche. Aunque se han hecho revisiones sorpresivas a esta área, no se ha encontrado nada anormal, pues tanto internos como sus visitantes reúnen los requisitos.
Por eso es que, directores van y directores vienen, y el Motel Atlacholoaya se mantiene.
Sin embargo, ahora la situación es más grave, pues un grupo de mujeres privadas de su libertad en el área femenil del Centro de Reinserción Social (Cereso) Morelos está denunciando una serie de violaciones de derechos humanos y corrupción de autoridades penitenciarias.
A través de escritos redactados de puño y letra de los que este columnista tiene copias, las mujeres internas solicitan la intervención de las autoridades judiciales para que atienda la grave situación que existe en la prisión femenil de Atlacholoaya.
Ellas denuncian a la directora del Centro Penitenciario, Diana Inés Hernández Román, de tratos crueles e inhumanos y el contubernio que mantiene con otras mujeres privadas de libertad para conformar un cogobierno.
“Ella manda a otras de nuestras compañeras a pegarnos si hablamos y no encontramos la manera de que nos escuchen, ya nos hemos quejado con los jueces, pero ella se burla cuando llegamos y nos dice que eso no le hace nada”.
Aunado a lo anterior hablan de tortura psicológica pues, Hernández Román se presenta muy de noche a sus celdas para hacer revisiones, las desnuda y las obliga a realizar sentadillas además las mantiene paradas por mucho tiempo.
“… nos intimida con trasladarnos o desaparecer nuestros expedientes junto con el Lic. Jefe de operativo, Francisco Jesús Flores Jiménez”, dice otra mujer en su escrito que dirige a la autoridad.
Una denuncia más señala a Flores Jiménez como el servidor público, que se vale de su autoridad para someter a las mujeres internas y tener relaciones sexuales.
“… saca a las compañeras al área de enfermería y pues, ahí tiene relaciones íntimas con ellas y esas mismas compañeras que le dan su cuerpo, pues después se sienten intocables con disque paro del director”, dice la fuente anónima.
Otro escrito, de una mujer interna revela actos de corrupción: “La directora, Diana Inés vende las visitas íntimas en ochocientos pesos, yo no puedo comprar uno porque ella dice que me porto mal».
“Teníamos permitido trabajar en la estancia, nos recogió el material de trabajo según nos dio un plan de actividades y nos quita horas de trabajo y los fines de semana no trabajamos nada”, refiere la denunciante.
“Por favor necesitamos su ayuda, no nos dejen solas. Omitimos nombres por temor a las represalias de las autoridades y sí hay autogobierno aquí”, es el llamado que hacen.
Esperemos que la autoridad tome cartas en el asunto.
Ojalá que alguien atienda la queja de las internas e inicie una revisión de la actuación de la actual directora del área femenil, Diana Inés Hernández Román, (seguramente oriunda del estado de Veracruz, como todos los altos mandos de la CES) y verifique las quejas de las mujeres que se encuentran privadas de su libertad.
En este espacio estamos abiertos para que las autoridades señaladas aquí, hagan uso de su derecho de réplica.
HASTA EL LUNES.