Jesús Castillo
Digno de una película de Halloween o un capítulo de la serie “Aunque Usted no lo crea”, es lo que sucedió en el poblado de Alpuyeca el 29 de marzo del 2006. Seis personas murieron en menos de una hora en el interior de un pozo que se ubicaba en un predio frente a un importante restaurante de esa localidad.
En esa ocasión perdieron la vida las siguientes personas:
Daniel Eleucario Silverio, de 27 años con domicilio en Alpuyeca; Fulgencio Eleucario Ramírez, de 61 años de edad; Roberto Andrade Vázquez, de 36 años de edad, con domicilio en Xochitepec; Nicandro Nava de la Cruz, de 20 años de edad, jardinero de la casa de donde ocurrieron los hechos, con domicilio en Guadalupe Victoria en el centro de Alpuyeca sin número; Juan Antonio Mayo Alegría, sargento de la 24 zona militar; Edgar Francisco Galindo Flores, sargento de la 24 zona militar.
De acuerdo a lo publicado en aquella ocasión por los hermanos Hugo y Marco Barberi, los primeros informes del accidente ocurrido en una quinta ubicada a unos pasos del panteón municipal, arrojan que un joven de 27 años de edad Daniel Eleucario Silverio, se metió al pozo –se desconoce a qué- y al no salir, entró su papá, Fulgencio Eleucario Ramírez, que tampoco salió.
Pidieron apoyo de la policía municipal de Xochitepec y llegaron dos elementos, uno de ellos Roberto Andrade Vázquez, se metió y no pudo salir.
El jardinero de la casa, de nombre Nicandro Nava de la Cruz, también se animó a meterse al pozo, todos confiados en que no habría dificultades, y tampoco salió.
Al ver la situación, los dueños del predio solicitaron el apoyo de los militares que tenían un campamento establecido en la carretera Puente de Ixtla-Xochitepec, por lo que llegaron los sargentos Juan Antonio Mayo Alegría y Edgar Francisco Galindo Flores, quienes hicieron exactamente lo mismo y con los mismos resultados.
La situación por demás tensa, generó el auxilio de diversas corporaciones, para las 15 horas ya se encontraban en el lugar, elementos de la policía preventiva del gobierno del estado, al mando del comandante Carrasco Escamilla, con el Escuadrón de Rescate y Urgencias Médicas (ERUM), también llegó la Cruz Roja (CR).
Los elementos, carentes de equipo necesario y alertados por la situación pidieron el apoyo de los Ángeles Verdes, quienes llegaron y prestaron las mascarillas necesarias a los elementos de la CR entraron al pozo y pudieron sacar uno a uno los cuerpos de los hoy occisos.
Uno de ellos, el jardinero Nicandro Nava, un joven de 20 años de edad con domicilio en Guadalupe Victoria sin número en el centro de Alpuyeca, aun salió con vida, pero no resistió, minutos más tarde, pereció.
Al lugar también llegó un contingente de militares, pero no pudieron hacer nada por sus compañeros, de quienes no proporcionaron detalles de su domicilio y edad.
Miembros de la Comisión Estatal de Agua y Medio Ambiente (CEAMA), se presentaron al lugar y se llevaron muestras del agua del interior del pozo, para estudiar el motivo por el cual perdieron la vida las seis personas, en tanto, se deduce que por algún gas que inhalaron en el interior, de ese pozo de la quinta ubicada en carretera Acapulco-México kilómetro 100, Alpuyeca, Morelos.
Los resultados de los análisis del agua recolectada en el pozo de la muerte nunca fueron dados a conocer, y la entonces Procuraduría de Justicia no consignó a nadie como responsable de los fallecimientos, concluyendo que se trató de un lamentable accidente.
Sin embargo, quedó como “leyenda urbana” el hecho de que en Alpuyeca había un “tiradero químico industrial”.
Y es que el periódico La Jornada había publicado el 6 de enero 2005 lo siguiente:
“Desde hace por lo menos cuatro décadas, en un predio de Alpuyeca se encuentra enterrada casi a flor de tierra una de las sustancias químicas más peligrosas para la salud y el medio ambiente: los bifenilos policlorados (BPC)”.
Los bifenilos policlorados son productos químicos industriales que se fabricaron desde 1929 hasta 1979, cuando fueron prohibidos. Se ha demostrado que los bifenilos policlorados causan efectos adversos para la salud, incluidos cánceres potenciales, y efectos negativos en los sistemas inmunitario, nervioso y endocrino.
En nuestro país se estima, de acuerdo con información proporcionada por el Instituto Nacional de Ecología (INE), que la cantidad de BPC existente es de ocho mil toneladas, perteneciente en su mayor parte a equipo eléctrico de la Comisión Federal de Electricidad (CFE), de Luz y Fuerza del Centro (LyFC), de Petróleos Mexicanos (Pemex) y del Sistema de Transporte Colectivo METRO y, en menor proporción, a equipo eléctrico de la industria de fabricación de transformadores, capacitores, del acero y minera, así como de empresas con subestaciones propias, talleres de reparación de equipo eléctrico y plantas de recuperación y tratamiento de fluidos aislantes.
Este hecho fue ocultado por la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa), pues aseguraba que el sitio estaba libre de contaminación”, donde se añade que “El terreno de aproximadamente 50 mil metros cuadrados fue propiedad del Grupo Regio de Monterrey, con el ex secretario de Energía Ernesto Martens a la cabeza, el cual en 2001 lo vendió a los hermanos Ruiz Cabañas”.
Fueron ellos quienes concretaron la operación luego de que la Profepa garantizó en junio de ese año que en el sitio no existía ningún tipo de contaminación. “Ahí, en alrededor de 40 metros, se encuentra una cantidad indefinida de clorinol, variedad de BPC”, publicó La Jornada.
El pozo fue clausurado y hoy en ese lugar funciona un centro de recreación, propiedad del mismo dueño de la botanera que se ha hecho tan famosa como las nieves de Alpuyeca, en sociedad con un empresario de la radiodifusión de la zona sur de la entidad.
HASTA MAÑANA.