El límite de la degradación

Jesús Castillo

e suponía que la población infantil debería estar a salvo de todo lo que hacemos los adultos, pero los últimos acontecimientos -uno en el vecino estado de Puebla y otro en el municipio de Tlaquiltenango-, nos demuestran que la sociedad ha llegado al límite de la deshumanización, es decir, que tocamos fondo como seres humanos supuestamente pensantes.

Para los que no están familiarizados con estos casos que mencionamos, el primer asunto ocurrió en el Penal de San Miguel, en el estado de Puebla, donde una persona (no se sabe todavía si un guardia o un interno) encontró el cadáver de un bebé de tres meses en el interior de un contenedor de basura de dicho centro penitenciario.

El hecho conmocionó no sólo a los poblanos sino a toda la gente que se enteró del hallazgo y que lo viralizó en redes sociales. Gracias a eso la noticia llegó hasta una pareja que vive en la alcaldía de Iztapalapa, en la Ciudad de México.

Ellos habían tenido la desgracia de haber perdido a su pequeño hijo Tadeo después de tres meses de luchar por su vida, y seis operaciones para tratar de resolver una malformación en sus intestinos. Los médicos les entregaron el cuerpecito y ellos le dieron cristiana sepultura en el Panteón Municipal de Iztapalapa.

El bebé al que le pusieron el nombre de Tadeo nació el 5 de octubre del 2021, siempre estuvo en el hospital y falleció el cinco de enero pasado, siendo inhumado al día siguiente. El diez de enero su cuerpo fue encontrado en la basura del Penal.

Lo primero que trascendió en las redes sociales, es que el niño había sido utilizado para introducir drogas en el Penal de San Miguel. También, se insistió en la posibilidad de que hubiese sido descuartizado para vender sus órganos.

Pero lo que más sorprendió a los investigadores es que el cuerpo de Tadeo mostraba una enorme cicatriz en su abdomen, pero ésta correspondía a las seis intervenciones quirúrgicas a las que fue sometido para tratar de salvarle la vida. Es decir, no fue utilizado para rellenarlo de droga, ni para utilizar sus órganos.

Lo único que sí quedó claro es que el bebé encontrado en un penal de Puebla, es el mismo que fue sustraído de un Panteón de la Ciudad de México, por lo que el cadáver fue entregado a sus padres para que lo sepulten por segunda ocasión.

Se espera que en las próximas horas las autoridades de Puebla puedan dar explicaciones contundentes sobre el móvil de este hecho que conmocionó no sólo a los   poblanos sino a todos los que nos enteramos del acontecimiento.

Un periódico de Puebla publicó que existe la posibilidad de que se trate de un acto de “satanismo”.

El otro caso que involucra al sector infantil y que ocurrió en tierras morelenses es el de Ricardo Martínez, un niño de seis años que vivía en la comunidad de Tlayehualco, municipio de Tlaquiltenango.

De acuerdo a la información proporcionada por la Fiscalía General del Estado, fue el 17 de enero de este año, cuando la señora Mirna Rocío “N”, de 32 años de edad, acudió ante la fiscalía especializada para denunciar la desaparición de su hijo, de seis años de edad, ocurrida el domingo 16.

De acuerdo con lo expuesto por la mujer, alrededor de las 10:00 horas de ese día, su padre, Juan “N” quien cuenta con discapacidad motriz, le llamó para decirle que no encontraba a su nieto.

La madre del menor se trasladó a casa de su papá, iniciando juntos la búsqueda del pequeño, pero al no tener resultados positivos al día siguiente inició la denuncia por desaparición y/o no localización del infante.

La fiscalía en Desaparición Forzada de Personas, con apoyo de la Agencia de Investigación Criminal (AIC), iniciaron las acciones de investigación al tiempo de emitirse la respectiva Alerta Amber.

Personal de la AIC logró recabar información que permitiera dar con el paradero de la víctima, contando con la participación activa de la ciudadanía, lo que permitió que la noche de este lunes se realizara la localización del cuerpo sin vida del menor sobre camino de terracería a Palo Grande, poblado de Moyotepec en el municipio de Ayala.

Son muchas las preguntas que surgen después de leer el comunicado oficial de la autoridad. Se sobre entiende que la madre del menor no vivía con él, sino que estaba a cargo de su padre, es decir el abuelo del niño, quien prácticamente es un discapacitado. Del padre biológico nada se sabe.

Diversos medios de comunicación han entrevistado a vecinos de Tlayehualco, quienes refieren que Ricardito vivía con su abuelo, junto con otros dos menores, hijos de otra hija de don Juan. Por su estado de salud, el abuelo no podía cuidar bien a sus nietos.

“Siempre andaban en la calle”, es el principal comentario que se escuchó entre los vecinos. A Ricardito lo empezaron a buscar dos horas después de que lo dejaron de ver. Los propios pobladores señalan como responsable a un vecino de la comunidad, de nombre Felipe, que fue al último que vieron con Ricardito.

En este caso también se espera que en las próximas horas se tengan noticias sobre el responsable de tan atroz crimen contra un ser inocente.

Sobre estos dos acontecimientos en el que las víctimas son menores de edad, es preciso destacar la importancia de las redes sociales para el esclarecimiento de los mismos. De no ser por la viralización de los datos del bebé encontrado en la basura, los padres no se hubieran enterado de que se hijo no estaba enterrado en el panteón, sino a cientos de kilómetros de ahí.

De igual forma, el compartir masivamente la desaparición del pequeño Ricardo, sirvió para que toda la gente se diera cuenta de que lo estaban buscando y también como presión para las autoridades.

Quizás lo único criticable es que varios diputados y el alcalde de Tlaquiltenango, hayan utilizado el caso del menor asesinado para hacerse publicidad gratuitamente. Eso no se vale.

HASTA MAÑANA.