Jesús Castillo
El tema del enfrentamiento entre aficionados de los equipos Querétaro y Atlas el pasado sábado en el estadio Corregidora se puede analizar en tres vertientes: el futbolístico, el de las (malditas o benditas, según convenga) redes sociales, y el de la politización, es decir, el sesgo partidista que se le da a todo lo que ocurre en este país.
Sobre el primer aspecto, es evidente que la responsabilidad recae en el equipo de Querétaro, máxime si los dueños sabían que hay una especial rivalidad entre estos dos equipos y que por lo menos en otras dos ocasiones anteriores se registraron hechos de violencia.
Era su responsabilidad contratar el número suficiente de elementos de seguridad privada, pero también el gobierno del estado debió verificar que se cumpliera con ese requisito, y de no cubrir todos los requisitos que exige la normatividad en la materia, no otorgar el permiso correspondiente.
Ahora bien, ¿deben los gobiernos estatales asignar policías preventivos a un evento que está considerado como privado?
Debemos reconocer que quien esto escribe en su momento criticó al gobierno de Graco Ramírez cuando mandaba a cientos de policías del Mando Único a custodiar partidos de futbol en el estadio “Agustín Coruco Díaz” y espectáculos en la Arena Teques o en Jardines de México, propiedad de su proveedor consentido Víctor Sánchez.
Sin embargo, a varios años de distancia y viendo lo que ocurrió en el estadio de Querétaro, resulta que Graco estaba bien, pues no recordamos ningún percance en los eventos deportivos o artísticos.
Quizás el gobierno de Mauricio Kuri consideró que no debía disponer de fuerza pública para cuidar un evento privado, pues los policías tienen que estar en las calles brindando seguridad. Y ahí están las consecuencias. Sí había policías, pero poco o nada pudieron hacer ante la muchedumbre.
En lo personal, consideramos que la respuesta del gobernador panista al hecho de violencia en La Corregidora, fue la adecuada. Suspendió su viaje a España, ofreció conferencia de prensa para aclarar que –hasta ese momento- no había personas fallecidas, y prometió una investigación a fondo para dar con los responsables. Más tarde, anunció el cese de los primeros funcionarios.
Ahora pasemos al segundo aspecto de este tema, el de la infodemia, es decir, la epidemia de “información asociada con miedo, especulación y rumores, amplificada y transmitida rápidamente por las modernas tecnologías de la información y que afecta negativamente a la sociedad”.
Quien haya estado atento a las redes sociales el sábado pasado, podrá dar fe de que personajes de los de mayor credibilidad daban por hecho que iban por lo menos 30 muertos en los hechos de violencia, lo que originó que todos los sectores sociales se escandalizaran.
Y cuando las autoridades de Querétaro salieron a decir que no había ninguna persona fallecida, ¡nadie les creyó!
También, en ese maremágnum de información surgieron historias como la del joven ciego vestido con una playera del Atlas que fue protegido por su padre para que no lo golpearan, y que después él mismo desmintió en redes sociales, o la del niño que le regaló su camiseta del Querétaro a una joven atlista para que pudiera abandonar el estado sana y salva.
Una página de Facebook (de esas que están muy de moda ahorita) hizo una transmisión en vivo cuando llegaban los autobuses procedentes de Querétaro y les preguntaban a los pasajeros si sabían que había muertos, alimentando así esa versión que jamás fue confirmada. No obstante, el hashtag #SíHuboMuertos se viralizó en redes sociales.
Ahora pasamos al peor aspecto de este asunto: la politización.
Desde que el presidente de la República nos dividió en “chairos y fifís”, o conservadores y miembros de la cuatroté, prácticamente estamos obligados a tomar partido de cuanto acontecimiento ocurra en el país, bajo la siguiente directriz:
Si el hecho ocurre en un territorio gobernado por el PAN, PRI o cualquier otro partido que no sea Morena, hay que pedir la destitución inmediata del gobernador. Si se trata de una investigación periodística, queda descalificada en automático si se publicó en el Reforma o en El Universal, en Latinus y ahora hasta con Carmen Aristegui.
Si el hecho ocurre en cualquiera de los estados gobernados por Morena, entonces hay que exigir el derecho a la presunción de inocencia, rechazar el linchamiento mediático y, lo más importante, declarar que se trata de un complot orquestado por los enemigos de la cuarta transformación.
Y en el caso que hoy abordamos, tenemos a un gobernador del PAN y a un presidente ejecutivo de la Liga que hace unos años contendió por el PRI para la Jefatura de Gobierno. Más politizado no podía estar.
Sin embargo, como suele ocurrir, el mensaje del presidente fue confuso para sus compañeros de partido, pues por una parte dijo que lo sucedido en Querétaro es un “resabio” de los gobiernos neoliberales, y por la otra aseveró que no responsabilizarán al gobernador de esa entidad por los resultados de la trifulca.
Aun así, las redes sociales amanecerán hoy con los troles morenistas hablando de que sí hubo muertos y que estos fueron desaparecidos por el gobierno de Mauricio Kuri. Y del otro lado, los anti-AMLO diciendo que también en Michoacán hubo 17 muertos aunque el gobierno federal no los quiera reconocer porque no se encontraron los cuerpos.
Total, que en Michoacán tenemos muertos sin cuerpos, y en Querétaro cuerpos que no estaban muertos, a pesar de que en las imágenes se aprecian totalmente inertes. O sea que hay un empate.
Finalmente, una versión que cobra relevancia en las últimas horas, es la que habla de que detrás del enfrentamiento zorros-gallos, hay una venganza entre dos líderes de la delincuencia organizada, uno del Cartel Jalisco Nueva Generación, y otro de un grupo de huachicoleros de Querétaro.
Es creíble. A la delincuencia organizada también les gusta el futbol, tan es así que en Morelos había un torneo en el que participaban equipos de todo el estado, y uno de ellos –que ganó ediciones- pertenecía a un capo del narcotráfico que se movía en Cuautla. Ese equipo se reforzaba con ex jugadores profesionales, y en varias ocasiones ganó por default porque los del equipo contrario recibían amenazas y preferían no acudir.
HASTA MAÑANA.