René Pérez Argüello es el único comunicador en Morelos que ha sufrido una agresión real en el desempeño de su trabajo, al ser baleado por un sicario contratado para matar a dos líderes sindicales. A cuatro años de distancia sigue esperando una reparación del daño, que sería su único sustento para el resto de sus días, pues —como la mayoría de los periodistas— carece de una protección social que le permita aspirar a una pensión jubilatoria.
En su mente todavía guarda, como si hubiera sido ayer, los gritos de los reporteros, los primeros disparos seguiditos, después una pausa y luego un último balazo muy cerca de él; la sensación de la bala entrando por su espalda, quemante, para después escuchar a lo lejos los gritos de “agárrenlo” y la voz de sus compañeros diciéndole: “no te muevas René”.
Era el 8 de mayo del 2019 y a un costado del Palacio de Gobierno se llevaban a cabo dos entrevistas “banqueteras” al mismo tiempo. En la parte de abajo, donde Gutemberg entronca con Galeana, unos reporteros entrevistaban a un grupo de comerciantes que habían cerrado las calles en protesta por no haber sido tomados en cuenta en el reparto de lugares para vender en forma ambulante.
Unos metros arriba, otro puñado de reporteros recogía las impresiones del ex árbitro profesional, entonces metido a funcionario, Gilberto Alcalá Pineda, de la reunión que acababa de concluir en Palacio de Gobierno para analizar el tema del comercio en el centro histórico.
En ese momento se acercó Jesús García (ex policía federal, empresario y ahora aliado de los comerciantes) y haciéndose el chistoso interrumpió la entrevista: “Coménteles también que estamos pidiendo la renuncia de la secretaria del Trabajo”. Y luego se alejó unos metros para después regresar a escuchar lo que decía el funcionario mientras que Roberto Castrejón y su hermano se mantenían a unos metros de distancia.
De pronto se escuchó un primer balazo. Don Chuy vio caer a Roberto y supo que iban por él. Trató de esconderse entre “la bola” de reporteros pero no pudo evitar que dos balazos se impactaran en su torax.
La escena fue captada por una decena de cámaras: un sujeto vestido con pantalón de mezclilla y sudadera negra, con gorra, la capucha de la sudadera y un paliacate le cubrían la cabeza. Disparó primero a Roberto y después a Jesús García sin importarle que hubiera más gente cerca.
Tlaulli Preciado, reportera de La Unión de Morelos, cayó al piso empujada por el herido. El hermano de Roberto Castrejón fue tras el atacante y lo tomó de la sudadera, pero este logró zafarse quitándose la prenda y echó a correr.
El mozalbete todavía alcanzó a dispararle al camarógrafo René Pérez, dicen que porque le metió el pie, quizás involuntariamente. Luego huyó corriendo ya sin gorra ni sudadera, pistola en mano, y pasó frente a las puertas de Palacio de Gobierno. Policías y camarógrafos lo persiguieron hasta la Plazuela del Zacate donde se rindió.
Mientras tanto, en el lugar de la balacera la escena era dantesca. El hermano de Roberto trataba de cubrir la hemorragia con su camisa mientras hablaba por teléfono con su mamá para decirle que los habían balaceado en el zócalo.
Don Chuy vomitaba sangre pero su rostro denotaba tranquilidad, como si fuera algo que ya esperara. Dos años antes otro matón a sueldo acabó con la vida de su hijo José Manuel, que era su adoración. Después de traer hasta seis guaruras, últimamente caminaba solo y desarmado.
Los reporteros estábamos impactados por ver herido uno de los nuestros. Nunca había ocurrido algo así. Los minutos se hacían eternos y no llegaba la tercera ambulancia que lo llevaría al hospital. Hubo desesperación. Sabíamos que los otros dos estaban más heridos, pero René es del gremio.
Por fin llegó la ambulancia y René fue llevado al Hospital Parres, donde lo recibieron con cierto temor pues consideraban que los sicarios podrían ir a rematarlo. Les tuvo que explicar que él solo fue un protagonista colateral, que se atravesó en el camino del homicida.
Desde esa fecha cambió la vida de René Pérez. Afortunadamente la bala entró por la espalda y se alojó en el glúteo derecho sin lesionar la columna vertebral. Aún así, no pudo caminar durante cinco meses.
A la mitad de su recuperación se enteró que el medio de comunicación para el que estaba trabajando el día de los hechos, lo dio de baja, no sin antes aprovechar su caso para elevar su rating. “Me quería dar 30 mil pesos por cinco años de trabajo en los que no tuve ninguna prestación social”, recuerda René, quien hasta el momento sigue esperando a que los tribunales laborales le hagan justicia.
—Y ¿te sirvió de algo el Mecanismo de Protección a Periodistas? —le pregunto.
—Cuando ocurrió el atentado no estaba constituido el mecanismo local, así que el Mecanismo Federal fue el que activó el protocolo. Me pusieron un elemento de la Comisión Estatal de Seguridad Pública que me custodiaba las 24 horas. Le tuve que acondicionar un lugar en el garage de mi casa para que se resguardara de la lluvia, pero a los cuatro meses yo mismo pedí que me retiraran la protección.
—¿Por qué pediste que te retiraran el guardia? — insistí.
—Porque consideré que no corría peligro. El ataque no iba contra mí, yo fui un efecto colateral. Además, si hubieran querido hacerme algo, de qué iba a servir un solo elemento con una pistola. Cuando te van a matar te van a matar.
A partir de que regresó a las calles se volvió “freelance”. Ahora graba audio y video para los medios de comunicación que se los requieren, la mayoría muy modestos, pero que sí le respondieron cuando los necesitó, al igual que muchos empresarios y políticos que lo apoyaron con dinero y despensas el tiempo que no pudo trabajar.
¿Y la reparación del daño por la vía penal? El año pasado, Max, el joven que fue detenido en flagrancia recibió una condena de 45 años de prisión por el homicidio de Jesús García y Roberto Castrejón. Por el homicidio en grado de tentativa en agravio de René Pérez, una jueza lo sentenció a cinco meses de prisión y 160 mil pesos como reparación del daño.
Inconforme con la resolución, su abogado interpuso el recurso de apelación que deberá resolver una sala del Tribunal Superior de Justicia del Estado, no tanto para que le incrementen el tiempo de prisión, sino para que lo condenen al pago de una mayor cantidad de dinero como reparación del daño.
En cuanto se resuelva la apelación, deberán iniciar el viacrucis ante la Comisión Ejecutiva de Atención y Reparación de Víctimas que encabeza Penélope Picazo, para que el estado asuma de manera supletoria la responsabilidad del sentenciado y pague la cantidad correspondiente.
Ese dinero, y el pago del laudo que resuelvan las autoridades laborales, son la única esperanza de René Pérez de tener algo para mantenerse en su vejez, pues no cotiza al IMSS ni al ISSSTE, por lo que no tiene posibilidad de jubilarse cuando cumpla los sesenta años, para lo cual no le falta mucho.
Aún en esas condiciones, René Pérez Argüello todos los días sale a las calles, armado con su tripié y su teléfono celular que le sirve de cámara de video, y su chaleco de Prensa, siempre de buen humor, pues considera que Dios le dio una segunda oportunidad al hacer que la bala no lo dejara paralítico o le quitara la vida.