Antes de iniciar el presente relato quiero aclarar que “Jóvenes Construyendo el Futuro” es un programa muy noble que -si se llevara a cabo como lo establecen las reglas de operación- permitiría a muchos jóvenes aprender un oficio que les ayude a iniciarse en la vida productiva la actividad que les guste.
Sin embargo, son los propios muchachos y muchachas (de 18 a 29 años) los que permiten que se pervierta este programa al aceptar que una mafia de “coyotes” les quite parte de la beca, con la ayuda de empresarios sin escrúpulos, y que algo que parecía tan benéfico termine en corrupción.
Comenzaré por hacer una breve explicación del programa en el que estoy participando en calidad de “centro de trabajo”, con un par de negocios pequeños.
El programa funciona de la siguiente manera: el gobierno abre una plataforma en la que se registran “centros de trabajo” por un lado y “aprendices” por el otro. El gobierno federal les otorga 8 mil 500 pesos mensuales a los jóvenes de entre 18 y 29 años que no estudian ni trabajan para que aprendan un oficio, pero esto no es para siempre, sino sólo 12 meses, con la idea de al concluir su año de capacitación, el aprendiz se pueda incorporar a la empresa o negocio como trabajador.
Ahí es donde viene la primera incongruencia: durante ese año de capacitación, el aprendiz gana más que cualquier empleado formal e incluso igual que un gerente.
En nuestro caso, lo más que podemos pagarle a un empleado son 5 mil pesos mensuales, entonces, resulta que el aprendiz ganará más durante su capacitación que siendo trabajador formal.
Les quiero platicar mi experiencia como parte de este programa en calidad de responsable de dos centros de trabajo con dos lugares cada uno. La indicación era que la plataforma se abriría desde el mes de febrero para que los aprendices pudieran encontrar a un centro de trabajo que les gustara, pero la capacitación comenzaría a partir del tres de marzo del presente año.
Desde el primer día de febrero chequé la plataforma y me encontré que ya había cuatro aspirantes. Un tipo tatuado de la colonia Josefa Ortíz de Domínguez de Jiutepec que exigía que desde el primer día le resolviera si lo iba a aceptar o no, y que si la respuesta era negativa, entonces que lo desvinculara. Lo desvinculé con mucho gusto, pues no me daba buena espina.
Vi que había una chica de Xoxocotla y por mensaje le di la bienvenida. Me contestó que cuando le dio clic no se dio cuenta que era Cuernavaca, así que me pedía que la desvinculara, pues le quedaba muy lejos. De nada sirvió que yo le ofreciera llegar un poco más tarde. Se fue.
Mi pesimismo inicial cambió cuando vi que había dos chicas, ambas jóvenes, que aceptaron venir a la entrevista presencial. Les pondremos Jessica y Kimberly, aunque obvio no son sus nombres reales. Las lleve a que conocieran el negocio del centro y explicarles cómo funciona. La idea era que se integraran inmediatamente como empleadas, con el sueldo que yo les podía ofrecer, y que a partir del tres de marzo les pagaría el gobierno y muy bien. Ambas aceptaron.
Jessica se veía muy entusiasmada. Dijo que trabajaba en una papelería en Patios de la Estación y que sólo terminaría la semana. Kimberly, un poco triste, nos confesó que estaba embarazada (lo cual era evidente por su abultado vientre), a lo que le dijimos que no había problema, que podía incorporarse como empleada, y que cuando fuera a tener a su bebé nosotros le seguiríamos firmando sus reportes para que recibiera su beca intacta.
“¿De verdad no me van a pedir ningún porcentaje de la beca?”, nos preguntó. La cara de sorpresa que hizo nos indicaba que ya alguna vez lo había intentado y que sus “patrones” le pidieron “moche” para darla de alta.
En ese tiempo apareció en la plataforma otra solicitud; era un jovencito de Xochitepec que se veía muy serio, llamado Gael. Como ya teníamos a Kimberly trabajando en el negocio del centro y muy pronto se incorporaría Jessica, le ofrecimos que regresara el tres de marzo como lo indica el programa, pues a fin de cuentas la plataforma dice que tenemos 4 vacantes.
Pero entonces comenzaron los problemas. Kimberly, quien a sus 19 años tiene seis meses de embarazo y un niño de cuatro años, un día nos llegó con sangrado, por lo que la enviamos al Hospital Parres a que la revisaran. Luego nos dijo que debía ir a pruebas de laboratorio, pero que después de que le sacaran sangre llegaría a trabajar. No llegó.
Lo peor fue cuando llegó un sujeto que la jaloneó, le quitó su celular y la dejó llorando, por lo que le permitimos que se fuera a su casa. “Es mi exnovio, se puso bien loco”, dijo al otro día.
“Señor, ¿no sabe cuándo nos van a dar la primera mensualidad de la beca? Porque a mi hermana que va a la secundaria ya le llegó su tarjeta con dinero”, me comentó un día. Investigue y le dije que la capacitación comenzaría el tres de marzo y el primer pago sería el 28 de marzo, cuando recibiría sus ocho mil 500 pesotes, lo cual la puso muy contenta.
Ahí me di cuenta que hay familias que reciben varias becas y así se mantienen sin trabajar.
Dos semanas antes de que iniciara el programa de capacitación, abrí la plataforma y me di cuenta que ya no tenía a ningún joven vinculado. Pregunté en la dirección del programa y me dijeron que para evitar que gente sin escrúpulos se queden con sus tarjetas, les piden a los jóvenes volver a registrarse con una fotografía reciente sosteniendo su credencial de elector. Resulta que ni Kimberly ni Gael hicieron correctamente su refrendo, y fueron dados de baja del programa.
Otro muchachito que ya estaba trabajando con nosotros y que acaba de cumplir 18 años, se dio de alta en el programa, pero cuando quiso encontrar centro de trabajo le salió una leyenda que dice: “La meta en tu municipio se ha alcanzado. Te informaremos de próximas convocatorias”.
Así, el 3 de marzo mi cuenta en la plataforma de “Jóvenes Construyendo el Futuro” refleja un marcador de cero aprendices vinculados y cero aprendices por vincular. Las estadísticas dicen que en Morelos hay 8 mil jóvenes recibiendo esta beca y vinculados a centros de trabajo, pero a mi no me tocó ninguno.
Resignado, puse un anuncio en el Facebook pidiendo jóvenes estudiantes que quisieran atender mi negocio de copias e internet. Así fue como llegaron Erick y Frank, estudiantes de Derecho de la UAEM que llegan muy temprano y trabajan hasta las tres de la tarde y después se van a estudiar. Lo más irónico es que ellos, al estar dados de alta como estudiantes de la UAEM, no pueden acceder a los 8 mil 500 pesos mensuales que el Gobierno les da a aquellos que no estudian ni trabajan.
HASTA MAÑANA